En la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) un recurso muy utilizado y valioso para el cambio son las metáforas. Siempre que el psicólogo o la psicóloga sepa darles un uso con sentido. La metáfora nos permite conectar con el paciente. Las metáforas tienen la finalidad de validar la experiencia de la persona sin intentar adoctrinar. Es decir, facilita que conectemos con nuestro problema al sentirnos identificados, que reflexionemos acerca de él y contemplemos otras perspectivas más flexibles para afrontarlo de manera adaptativa.
Cómo conecta una metáfora con el paciente
Para que las metáforas sean útiles es importante que se ajusten a la experiencia del o la paciente. No todas las metáforas sirven para cualquier situación y cualquier persona. El o la terapeuta puede usar aquellas que están estudiadas y validadas por distintas terapias o puede inventárselas junto al o la paciente según surjan de la imaginación y el lenguaje de este último o esta última. De hecho, las metáforas dan resultado cuando son significativas para la persona con quien se utilizan. Cuanto más reflejada se vea en ellas, más impacto, comprensión y motivación generará para realizar los cambios necesarios para su recuperación a lo largo del proceso terapéutico.
Una de sus características que más puede ayudar es que posibilita a la persona llegar a sus propias conclusiones sin que tenga que ser dirigido directamente por el o la terapeuta. Por tanto, si la persona se siente reflejada en la metáfora, ésta favorece que adopte un papel activo en la comprensión y solución de sus problemas.
Para entender mejor el uso de esta herramienta en la terapia, vamos a exponer el ejemplo:
la metáfora de ACT del tigre hambriento
“Una mañana te despiertas y frente a la puerta de tu casa te encuentras con un pequeño tigre, y decides adoptarlo y que se quede en tu casa. Es un animalito adorable, pero aun así tiene garras y dientecitos. A veces te mira con una expresión hambrienta. Empieza a rugir, a ti te da la impresión de que, si quisiera, te podría comer. Atemorizado ante esta idea, le das un trozo de carne. El pequeño tigre lo devora y te deja en paz, al menos durante un tiempo. Desafortunadamente, cada vez que tiene hambre te mira con esa expresión y se acerca a ti rugiendo. Como estás asustado, tú le echas cada vez un trozo de carne para que se aleje.
¿Pero qué ocurre según va pasando el tiempo? La carne que le das al tigre hace que te deje en paz, pero también lo alimenta y lo hace crecer: con cada filete que le das, el tigre se hace un poco más grande y ruge más fuerte pidiéndote más carne. Después de un tiempo, y sin saber muy bien cómo, te encuentras con un tigre enorme, feroz y muy fuerte que realmente podría comerte si quisiera. Tus intentos de controlar a aquel cachorro de tigre lo han convertido en un animal enorme y peligroso.”
Conclusión de nuestra metáfora con el paciente
En esta metáfora, se representa cómo evitar o intentar controlar nuestros problemas, pensamientos y emociones desagradables. Puede aliviar nuestro malestar a corto plazo, pero a medida que pasa el tiempo, estas estrategias pueden aumentar o empeorar nuestros problemas. Y que éstos acaben controlándonos a nosotros. Esta historia del tigre puede ayudarnos a tomar conciencia de los tigres que tenemos en nuestra vida y cómo los alimentamos. Darnos cuenta de esto puede ser el primer paso para afrontar nuestras dificultades desde otra perspectiva más saludable.
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Artículo redactado por Elena Díaz, puedes ver aquí su ficha profesional