Cuando hablamos de frustración estamos haciendo referencia a una reacción emocional, a un sentimiento, que se produce cuando no logramos lo que deseamos o nos proponemos; o incluso consiguiéndolo, no sucede de la manera en que lo habíamos pensado.
Este sentimiento es algo natural, innato en todos los seres vivos, y afecta a todas las especies, no solo a humanos; sucede tanto a pequeños, como adolescente y a adultos. Como tal, debemos aceptar que algunos sucesos a lo largo de nuestra vida desencadenarán este sentimiento de forma inevitable. En ocasiones no llegar a eso que queremos tendrá que ver con nosotros, pero en otras tantas serán factores externos a los que poco podríamos haber hecho.
Cuando estamos frustrados nos sentimos decepcionados, desilusionados, tristes, enfadados, nos invade una sensación de impotencia o de angustia. Todo ello repercute de forma negativa en nosotros, en nuestra salud, y en nuestro ambiente; y en muchas ocasiones motiva que abandonemos nuestras metas.
Por lo tanto, es importante que desde pequeños aprendamos a gestionar la frustración y le hagamos un espacio en nuestra vida. Para ello podemos empezar por relativizar la importancia que tiene ese objetivo, plantear objetivos razonables, comprender que la frustración forma parte del proceso, poder hablar del error y el fracaso como algo posible, o establecer metas que tengan que ver más con el desempeño (cómo hago las cosas) que con el objetivo.
Si notas que la frustración te está afectando de manera importante, quizás sea recomendable que acudas a un profesional que pueda ayudarte u orientarte. Aunque a veces parezca algo sencillo de manejar, una frustración mal gestionada puede desencadenar en un malestar importante, llegando a causar problemas psicológicos graves; además de causar un impacto negativo en las personas que te rodean.
Artículo redactado por José Luis Guisande Psicólogo general sanitario . Si quieres ver su ficha pincha aquí
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