La soledad es un sentimiento común a la mayoría de los seres humanos. En numerosas ocasiones a lo largo de nuestra vida nos hemos sentido solos. A veces incomprendidos y otras sencillamente sin compañía o en compañía de personas que no nos gustan o no nos satisfacen. Rodeados de gente de la que no nos sentimos parte. Es habitual que aparezca tras sufrir una pérdida o un fracaso amoroso o profesional.
También la soledad puede tener aspectos positivos cuando es voluntaria y temporal. Cuando sabemos utilizar la soledad para conocernos de forma sincera, fijarnos mejor en nuestro entorno y disfrutar de nosotros mismos. Esta soledad nos permite concentrarnos en tareas creativas, intelectuales, o simplemente encontrar una paz interior necesaria para sentirnos bien.
Pero, ¿ qué sucede cuando la soledad pasa a formar parte de nuestra vida sin que lo hayamos elegido?. ¿Cuándo se prolonga en el tiempo?, ¿ cuándo cada vez estamos más aislados y no hay ninguna causa evidente que la produzca?.
Las causas de este tipo de soledad son múltiples. Paradójicamente en la sociedad actual, en la que la tecnología nos permite estar permanentemente conectados. En muchos momentos nos evita las relaciones sociales, nos aleja de los que tenemos más cerca. Varios estudios recientes en personas de todo tipo, diferentes edades, nacionalidades y culturas demuestran que cada vez nos sentimos más solos. Convirtiendo a la soledad como una de las preocupaciones de nuestra época. Muchos autores la han definido ya como la epidemia del siglo XXI.
Factores que influyen en la soledad
Hay muchos factores que pueden darnos una explicación a este aumento generalizado de la soledad. Somos más individualistas, más competitivos, más desconfiados, vivimos en lugares masificados y al tiempo deshumanizados, tenemos jornadas laborales intensas, sedentarismo, estamos entrenados para competir…
Bueno ya sabemos que no somos los únicos que nos sentimos solos. También debemos saber que la soledad no elegida ni provocada por una circunstancia devastadora es potencialmente muy peligrosa. Puede convertirse en un problema más serio. Puede afectar a nuestra salud psicológica, siendo en muchos casos el principio de una patología más grave como la depresión.
No dejemos que la soledad nos apodere. Busquemos mecanismos para reanudar la normalidad, para poder relacionarnos con nuestro entorno, evitemos que se convierta en un problema mayor.
Tengamos en cuenta que para lograrlo en muchas ocasiones necesitaremos la ayuda de un terapeuta. Un psicólogo que nos guie en ese camino, tengamos en cuenta que estamos abrumados e indefensos y será muy difícil hacerlo sin un acompañamiento profesional.
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